jueves, 2 de mayo de 2013

12+1. Gollum


Mordor Inc. es una multinacional de servicios financieros con una filial en España. Esta, desde su sede central, sita en un parque empresarial de Majadahonda, controla cientos de oficinas y extiende la miseria a todo el país con las armas de siempre: publicidad engañosa, préstamos con usura, contratos leoninos (escritos en letra tan minúscula que Superman necesitaría gafas para leer las cláusulas) y dinero para comprar la impunidad en un país donde la corrupción campa por sus anchas y el cuarto quilo de alcalde o de consejero autonómico anda en los saldos.
Allí trabaja Gollum, un soriano de cuarenta y tantos, mal gestor y peor persona. A lo mejor tuvo un nombre, pero nadie lo recuerda. En cuanto ves a ese canijo narizón de pies grandes y orejas puntiagudas entiendes por qué le llaman así. Ha gastado sin éxito una fortuna en tabicar sus dientes podridos con carillas de porcelana y los injertos de cabello le han llevado de peinarse como Jordi Pujol a tener un look a lo Anasagasti. Da igual. Sigue siendo clavadito al personaje del cine.


Todo ser humano medianamente sensible tiene la tentación de compadecerle al ver su cuerpecito. Y es un error, porque ese mierdecilla es un sicópata de aúpa y resulta más aborrecible en lo moral que en lo físico. ¡Y mira que es difícil!
Está convencido de que no existen los amigos (quizá porque él no tiene ninguno) y no se le conocen relaciones personales a ningún lado de la acera. Los enteraos de turno hablan de una novia en sus años de universitario, y el muy hipócrita alega que era muy mala (y lo dice él) y que le causó un gran trauma. Mentira, y de las gordas. Hay muchas pervertidas en el mundo y aún más desnortadas. Lo sé. Pero no existe en la faz de la Tierra ninguna perturbada capaz de mantener una relación con el hobbit oscuro.
Mordor Inc. se enorgullece de no haber despedido jamás a ningún empleado. No le hace falta. Tiene a Gollum, uno de los mejores acosadores laborales de Europa. Le falta el anillo para ser igualito que el personaje de ficción, eso es verdad, pero en tema de negritud del alma, el tipo le puede echar un pulso a Sauron y a lo mejor nos llevábamos una sorpresa.
El hobbit chungo es un estajanovista vocacional del acoso: trabaja a la víctima en los pequeños detalles todos los días laborales para negarle el sosiego, siempre hay un reproche, un fallito, un recadito; le mina la moral con paciencia (de hecho, lleva un fichero Excel para medir bien cada ataque); le busca las vueltas a sus actos y malinterpreta a sabiendas cada palabra; no le deja defenderse nunca; y la acorrala.
La esencia es agotar al empleado, convencerle de que es un trozo de carne sin valor y cuando lo ha conseguido, ni amenaza de expedientes ni hostias, eso es para mediocres, él acude con el mangante de Recursos Humanos y le ponen de patitas en la calle. Sin indemnización ni zarandajas.
Y el muy bastardo ha mejorado con los años.
Para aguantar esta plaga de jefes negreros este país lleva empastillado una década. Al principio, eso supuso un desafío para Gollum, pues los viejos trucos no causaban los mismos efectos cuando el acusado iba puesto de ansiolíticos hasta las cejas, pero se recicló como solo son capaces los hijos de puta.
Antes de la crisis, Gollum garantizaba a su empresa entre 30 y 50 despidos anuales, perdón, desincorporaciones. (Menudos fariseos.) No veas cómo trabajaban los orcos y los trasgos de toda la red de Mordor Inc. Exprimían a todo incauto que se ponía a su alcance, porque sino les destinarían a la oficina del hobbit, un puto zulo del que nadie salía vivo.
Los jefes yanquis fliparon al ver las estadísticas de semejante portento y mandaron una legación desde Estados Unidos para estudiar en vivo a Gollum. Y los tipos se lo curraron. Le hicieron un marcaje en condiciones; pero ellos no vieron a una mala persona, ni a un resentido con dificultades a la hora de relacionarse con el prójimo, sino a un filón. El hobbit se llevó un ascenso y una calificación para su trabajo, él era un coach tóxico innato y sus prácticas, anticoaching de primerísimo nivel.
Mordor Inc. creó una sociedad limitada y puso al frente al soriano. Tenía un nombre raro. Asesoramiento de no sé qué. Consultoría de no sé cuántos. Adecuación de Recursos Humanos. Optimización de perfiles laborales. Vamos, lo que suele hacerse en estos casos, envolver con palabros vacíos la finalidad de la empresa: joder a los demás y cobrar por ello.
Luego, el gobierno hizo el resto con una legislación laboral «alegre» en materia de despidos. (Ojo, facilitaban el destierro laboral para crear empleo.) Muchas grandes empresas se frotaron las manos y empezaron a pensar en formas creativas (y baratas) de rejuvenecer sus plantillas. O sea, disminuir el coste salarial. Es decir, despedir a cien empleados veteranos caros y contratar a treinta pipiolos para hacer el mismo trabajo. (Lo harían necesariamente peor dado su menor número e inexperiencia, pero ¿desde cuándo ha importado la calidad del servicio en España?) De ese modo se ahorraban trienios, derechos adquiridos, gratificaciones. Uf, qué pesadilla.
Los patronos debían aprovechar al máximo aquellas rebajas, eran muy conscientes de ello, pero la codicia ciega al hombre de negocios más cabal y ponderado, y al final, los muy cabrones, pensaron que lo más conveniente para la economía (la suya, se entiende) era no pagar nada por los despidos. Ni procedentes ni improcedentes. Querían barra libre, un «a la puta calle porque sí». Y llamaron a Mordor Inc. por si era posible reducir sustancialmente la partida de ese gasto.
Y sí, Gollum, el coach tóxico, tenía la solución a sus problemas. Por un precio indecente podía hacer un trabajo indecente.

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