Judas a su lado era un aprendiz. ¡Y por treinta
monedas, habrase visto despropósito mayor! De niña se ponía enferma cada vez
que el cura leía ese pasaje de los Evangelios. Por el hijo de Dios el muy
merluzo tendría que haber sacado cien veces más. Y para más inri debía identificarle
en el huerto de los Olivos, con lo cual corría un riesgo personal. ¡Encima! Una
cosa es ir por la espalda, y otra pringarse. Eso debía pagarse como un plus. Todo
traidor que se precie ha de pensar en la continuidad, y si te implicas no duras
en ese negocio. Lo dicho, Judas era un aprendiz y un incauto de tomo y lomo.
Y luego el muy tonto va y se ahorca por remordimientos.
Si es que Dios da pan a quien no tiene dientes. ¡Ella jamás desaprovecharía una
oportunidad así!
No. Desde luego.
Nerea nunca ha tenido problemas de conciencia.
Ombligo sí, y morro también, pero la conciencia es un concepto ajeno a la
muchacha. Posee un concepto elevado de su talento. Habría vendido a su madre
por dinero, si es que alguien hubiera estado dispuesto a pagar por esa vieja
carcamal de lengua viperina aficionada al coñac, pero jamás por cuatro perras. Sostiene que la traición no puede ser barata. En su despacho tiene un
póster que reza: «Si pagas con cacahuetes solo trabajarán para ti los monos».
Barata no es. Imagino que ya se habrán dado cuenta.
Y eso es una convicción que le viene de lejos. Las compañeras del colegio
le cantaban «Acusica, barrabás, en el infierno te verás y nosotras en la
gloria, comiendo pan y cebolla». Pero lo cierto es que las tenía acongojadas a
todas con sus chivatazos. Además, si la gloria era comer pan y cebolla, Nerea
prefería el infierno con Chanel, Ralph Lauren y Armany. Las beatas siempre
fueron unas ordinarias.
Durante años fue propietaria de una agencia de
detectives y ahora, con la crisis y este ambiente tan sanote que reina en la
vida pública española, ha ampliado el chiringo: forma parte de la cúpula de un
partido político. No me pregunten cómo, aunque me da el barrunto que tiene
fotos de todos y las ha hecho valer.
Ocupa un despacho en la sede nacional. En la puerta
de su oficina no figura cargo o mención alguna. No hace falta: todos evitan
pasar por delante si es posible y nunca dejan de entrar si hay que jugar sucio. Y es que Nerea, como Judas, tiene una reputación.
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